En los trances duros… Machado

Limpiadoras de hospitales y residencias, también son heroinas
Limpiadoras de hospitales y residencias, también son heroinas

No te despistes, querida lectora. Que no te despisten, querido lector. Estamos viviendo una Pandemia. No habíamos vivido antes otra, y ojalá no la volvamos a vivir. No podemos compararla con otra, porque no ha existido recientemente. Recomiendo abstenerse de hacer juicios a quienes están tomando las decisiones en el gobierno porque son quienes tienen todos los datos científicos disponibles con los que se pueden tomar decisiones que minimizan los daños y nos preparan para el futuro. Nosotras desde la ventana, no. Los programas a los que acuden tertulianos, tampoco. Las opiniones de cuñados por videoconferencia, tampoco. Sólo tenemos los datos subjetivos de quienes nos rodean, una proporción ínfima en el universo.

Recomiendo no obsesionarse con llenar el confinamiento con todas las actividades lúdicas que nos marcan, porque no son obligaciones. Lo obligatorio es no convertirse en transmisores del virus y si a la vez te sacas el grado de ingeniería química, de abdominales o mil jerséis de calceta, mejor para ti. Confinarse no es un capricho. No es una ocurrencia. No te lo voy a revestir de lazo rosa para que hagas “lo que nunca hasta ahora habías hecho en tu vida” porque sencillamente, no puedes salir de casa. Afortunadamente los efectos positivos, se pueden demostrar. Aislarse es un acto individual que repercute directamente en la salud de nuestra sociedad y de paso, facilita la reflexión si te apetece, te atreves o te soportas, que de todo hay.

Si os sirve de algo, estoy volviendo a Machado porque una vez más, me aporta perspectiva:

Fe empirista. Ni somos ni seremos.

Todo nuestro vivir es emprestado.

Nada trajimos; nada llevaremos*

Parece mentira que, atravesando una Pandemia, haya una parte pequeña de la sociedad, muy pequeña en realidad, ocupando su tiempo en trazar una estrategia para conseguir el poder a costa de la desgracia y la indefensión de la mayoría. Pensaba que, en esta obligada reflexión social, la necesidad de construir el dique de contención y el futuro común iba a ser más fuerte que el ansia enferma de poseer el poder. Pero vuelvo a estar equivocada, porque el modelo de sociedad excluyente de la derecha y ultraderecha, no es el modelo inclusivo que la mayoría necesitamos y demandamos.

En un momento doloroso, lleno de adioses sin despedidas y de despedidas sin adioses, de aplausos, de redes vecinales, de echar de menos, de extrañar abrazos, besos, apretones de manos… es absolutamente necio utilizar la vulnerabilidad humana para alcanzar el poder.

Sorprende que algunos inviertan su afán en ocultar los datos propios, mientras piden los ajenos; que pidan cuentas mientras pierden las suyas en aviones perdidos; que hablen de falta de medios, mientras han empleado todos los recursos disponibles en privatizarlos durante años. La derecha emplea todos los medios para desinformar y desautorizar la información contrastada que hay. La derecha se empeña en ocultar y empobrecer el futuro. En vez de sumar esfuerzos para que todas ganemos, quieren dividir para ganar, romper para ganar. Este virus no ha distinguido clases sociales en las consecuencias, pero sí ha distinguido modelos de sociedad, resistiendo aquella que teje red sólida frente a la que hace agujeros.

Una Pandemia como la que estamos sufriendo, requiere unidad en las actuaciones sociales y económicas y no banderas a media asta, requiere pensar en el futuro de forma conjunta para que nadie se quede atrás. Requiere que se quiten del medio los obstáculos egoístas que dinamitan puentes en vez de tenderlos. Requiere pensar en un futuro que sume en vez de minarlo.

La sociedad ya no va a ser la misma, pero parece que hay quienes no se han enterado. Y son los de siempre: Quienes valoran la sanidad recortándola, quienes impiden la dignificación salarial de quienes ahora tildan “imprescindibles”, como las mujeres que trabajan en la limpieza o las de Servicio de Ayuda a Domicilio o las cajeras, por poner ejemplos. Ahora, estas profesiones son las que no pueden parar porque se para el mundo. ¿Nos suena?

Sólo deseo que los aplausos sigan transformando la sociedad una vez que se acabe el confinamiento.

En España, lo mejor es el pueblo. Siempre es lo mismo.

En los trances duros,

los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. Machado

*(Proverbios y cantares)